La ficción histórica es una buena
forma de sumergirse en las turbulentas aguas de los acontecimientos pasados.
Máxime cuando hablamos de América, un continente que irrumpe abruptamente al
concierto del mundo después de permanecer aislado durante milenios. Ni los
habitantes americanos sabían de Europa ni los europeos sabían de América.
Es por eso sin duda que el
encuentro y desencuentro, trágico la más de las veces, entre los naturales de
América y los europeos que llegaban a conquistar roza muchas veces categorías
mágicas, desmesuradas, fantasiosas, crueles, absurdas. La literatura se ha
encargado de ello innumerables veces y ha logrado divulgar estas historias
mucho más que los libros académicos.
El realismo mágico americano es
el producto más acabado de esto. “La maldición de Don Juan Osorio” pretende
insertarse en ese camino. La conquista del Río de La Plata es una historia de
frustraciones sucesivas. Desde el inicio parten de premisas equivocadas… el Río
de La Plata de plata solo tiene el nombre, los conquistadores vienen a buscar
oro y reinos que se rindan ante su poderío militar y solo encuentran hambre y
penurias. Sueñan con dominar pueblos enteros que les sirvan y a poco tienen que
aprender a pescar y sembrar para no morir de hambre.
Todas estas penurias, más la ambición que, una y otra vez, desata el oro y la plata, traen aparejadas la envidia, la traición y la muerte. Un hecho real, el asesinato de Don Juan Osorio, desata la saga de acontecimientos donde la ficción se confunde con la historia y la historia con lo fantástico. Un relato que intenta descubrir en el pasado las raíces de nuestra identidad como sudamericanos.
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